Aquellas noches en que (nos) soñamos.

Tú eres mi noche.

Y dime, ¿cómo puede alguien vivir sin su noche?

Por el día repasamos los naufragios como luces extraviadas en camas que crujen y de pronto nos reconocemos en los ojos distantes de las gentes que caminan sin rumbo en las calles donde quiera o no quiera, de repente, todo lleva tu nombre.

Eres mi noche, y eso me lleva a soñarte.
Es un arte. Sobre todo lo que en sueños me haces.

Me desnudas cuando me buscas y me miras con esos ojos oscuros, llenos de preguntas que no haces, y aquello que guardas se deshace en los labios en besos inconclusos. Eres mi noche. Y las noches te llaman, y mi puerta no está tan lejos. Mi calle se entreteje con tus lunas, y mis dedos repasando las comisuras de tus desvaríos inapropiados.

Y cuando nos encontramos solos, desnudos, en una playa desierta de dunas amarillas me miras, y por un segundo veo tus intenciones y tu forma, tu forma tan intensa de quererme. Mi forma tan ciega de seguir tus parpadeos con mis dedos.

Y te observo.
Eres delicia visual.
Delirio psicodélico.

Eres tan especial que nunca nadie será capaz de describirlo mejor que yo.

Vivo mis días sí,
pero,
tú eres mi jodida noche...

Y de alguna manera sé, que siempre será así.