Te voy a contar una historia que nunca sucedió.

La chica rubia se sentaba cada tarde en la misma acera de la calle principal, sola.

Y se encendía un cigarrillo que apenas tocaba.

Estaba siempre quieta, muy quieta. Mirando a la nada.

Aveces, pero sólo aveces, tarareaba una canción lejana.

Al pasar, las gentes, se detenían a observarla.

" Pobrecita. Tiene el corazón roto. " Decían.

Y le dejaban monedas de ilusión a sus pies.

Pero ella nunca las recogía.

Así, fueron pasando uno tras uno los días.

Sin frío ni calor, sin sentimiento ninguno.

Hasta que llegó esa mano fría.

" Tienes hambre, niña? Me refiero a hambre por volver a querer "

Ella Levantó la vista, por primera vez en semanas, y cogió su mano, tras mirar de cerca sus ojos azules y endulzar sus pobres oídos con su voz suave, aterciopelada.

" ¿Y bien, qué te apetece comer conmigo? "

" Primero, nos comeremos mis ganas de llorarle ríos de tinta negra y gris. Después almorzaremos mis sueños, y tus fantasías. A media tarde, merendaremos los recuerdos que queremos olvidar, Y por último, de postre..."

" De postre, me comeré tus miedos. Para que nunca los vuelvas a ver "

Ella sonrió sincera.

Y se fueronde la mano, como dos enamorados, que acaban de conocerse.

Y se fueron de la mano, sin volver la vista atrás.

-¿No lo echas de menos?

-¿El qué?

-El tenerla mirándote desde lejos.

Comiéndote con los ojos.

Deseando que la mires también.

Ya no lo hace ¿te habías dado cuenta?

-...

-Por supuesto que no.

Qué tontería haberte preguntado.

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