Amanda y los gatos negros.

-Lo siento cielo, no quedan dulces hoy,quizá mañana.
-Pero señor kioskero, mañana me habré marchado a Nueva York a contar luces.
-No entiendes, Amanda. No hay luces allí para ti.
-...
-Vas a marcharte y no dejarás nada tras de ti, ¿comprendes? La única luz que necesitas se quedará en esta ciudad gris.

Amanda ríe como una niña.

-No entiende, señor kioskero.
Nueva York abrirá un camino brillante a nuestro paso, porque yo ya no voy sola.
¡No voy sola, ¿sabe?! Él se viene conmigo.
Se viene conmigo a perderse en la gran ciudad.
-Has crecido pequeña.
Mentía,
ten, te regalo dos bolsas de dulces.
Dos esta vez, ya que no estás sola.
-Gracias.

Le brillan los ojos cuando se aleja, y su paso parece una danza multicolor.
Amanda sonríe por dos esa noche,
y los gatos de la ciudad la observan bailar entre las calles,
llenas de charcos en los que se refleja la luna.