Y quizá me encierre a vivir contigo, debajo del edredón.

(:

jueves, 3 de septiembre de 2009

Que tal vez, él solo fuera un cobarde enamorado y ella...le necesitara.

Esa mañana Katie se vistió despacio.
Sus ropas se esparcían por todos los rincones de la habitación de hotel que tan bien conocía, y al recorrer el cuarto recogiéndolas sintió que su corazón se había fundido con el color pastel de las paredes, y enroscado en los marcos de los pobres cuadros estivales que pretendían adornar la estancia, para después proyectarse en el espejo como los rayos de sol furtivos que entraban por la ventana. Al mirar su reflejo en el espejo se vio a si misma abrazada por Charlie la noche anterior, y se le escapó una débil sonrisa.

Por eso, cuando salió de la habitación echándo el último vistazo a las cortinas celestes y a los cojines mullidos que tantos suspiros rotos habían presenciado, imaginó que su corazón se le había resbalado del pecho. Imnaginó que se quedaría para siempre atrapado en aquella habitación.

No era la primera vez que despertaba sola, en la habitación número 324 del hotel La Fontaine de Roses. Ni era la primera vez que sentía que salía de la guarida de sus sentimientos, la cueva donde enterrar sus deseos y anhelos más profundos. Él.

Lo diferente de esta, respecto de las otras veces, era el pequeño sobre blanco que logró borrar la sonrisa de Katie cuando lo recogió de la mesilla de noche.

Para mi querida enana, Katie.
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En Brooklyn, los estudiantes del último curso del instituto St Joseph se amontonaban junto a la segunda entrada del pasillo central, empujándose unos a otros sin orden para ser los primeros en mirar sus calificaciones en la materia de Historia.

Jake Sanders, apartado del gentío, se apoyó en una columna alejada y se arremangó la camisa blanca del uniforme. Poco le faltó para encenderse un cigarrillo en mitad del instituto, sin reparos ni ningún tipo de pudor. Pero se contuvo, resoplando a regañadientes y buscando algo entre la muchedumbre. Posiblemente unos cabellos rubios.

Observó a un pequeño grupo de chicas de su clase, el liderado por la siempre desconsiderada Cindy Wilson, que se crecía levantando la voz a sus compañeros para intentar abrir paso usando la fuerza de vez en cuando, mientras la pequeña Marie Williams se aferraba a la costura de su uniforme, apenada y notablemente nerviosa, y emitía pequeños gritos de dolor cuando sus compañeros la pisaban sin disculparse.

Cindy por poco perdió los nervios cuando Ian McGregor pisó sus zapatos negros de diseño, que dificilmente encajaban con las normas del instituto, y la larga lista de improperios que dejó escapar casi eclipsaron los gritos de los demás.

Jake rió entre dientes ante tan lamentable espectáculo, y Cindy, al verlo, le soinrió coqueta intentando disimular el fervor de sus mejillas y el sudor cayéndole por la frente. Pero Jake la ignoró fingiendo estar demasiado interesado en la pared de en frente conteniendo una sonrisa jocosa.

Dónde se habrá metido esa rubia inútil... si se iba a saltar la clase de historia, al menos podría haberme avisado para planear algo que hacer...

Solo cuando la multitud se hubo calmado y el profesor Hannigan casi perdió la voz para mandar a sus alumnos de vuelta al aula, Jake hizo un amago de acercarse a mirar sus calificaciones, aprovechando el pleito entre una enfurecida Cindy Wilson y alguna pobre víctima que no logró divisar para escaquearse por el pasillo sur dirección a la salida de atrás.

Justo antes de abrir la puerta observó una figura acercándose a lo lejos, con la agilidad de un gato silencioso y rápido pero con la torpeza de un jabalí.
La chica peliroja que se acercaba a toda prisa sin mirar apenas el suelo se tropezó y cayó a la hierba del jardín sur.
Jake alzó una ceja fascinado por la capacidad de la chica de ahogar el grito y transformarlo en un simple "au", y sorprendido de la familiaridad que le otorgaba aquella situación se acercó para averiguar quien era ella.

Las altas hierbas del seto mal podado tapaban a la chica, que seguramente al oír pasos acercándose trató inútilmente de esconderse.

-Buena caída chica, te pongo un 8 y medio, porque las he visto mejores. -Dijo Jake a unos metros de distancia, ya casi intuía de quien se trataba.
-Si ¿verdad? Como aquella en la que alguien quiso hacer un salto mortal despues de beberse diez cervezas y casi se mata por las escaleras del pasillo oeste. -Agregó Katie saliendo de los arbustos, mostrando su nuevo color de pelo rojizo ante los ojos verdes de su amigo.
-Y lo que nos reímos qué. Me vas a decir que no fue el mejor día de tu vida. -Dijo Jake en voz baja cerca del oído de ella, mientras le tendía una mano para levantarla.
-Hombre... sobre todo cuando el bedel nos pilló y nos mandó limpiar los baños de todos los pisos del edificio, y como tú estabas peor que una cuba y te reías hasta de tu sombra tuve que encerrarte en el armario de la limpieza y acabar todo el trabajo yo sola. -Katie sonrió irónicamente.
-Sí, fue un bonito gesto dejarme ahí tirado con las fregonas y los trapos, pero eso no justifica la barbaridad que te has hecho en el pelo. -Jake cogió un mechón de pelo rojo de Katie mirándolo con excepticismo. -¿No te bastaba con cegarme la vista con tus pintauñas cantosos o qué?
-Gracias. Sé que eso para tí es como si me hicieras un cumplido.
-No en serio Katie, me has jodido, ya no podré llamarte rubia tonta nunca más. -Jake hizo pucheritos y Katie no pudo evitar sonreír.
-¿Qué hay de malo en cambiar un poco? El pasado pasado está... seguro que se te ocurrirán nuevas tonterías que llamarme. Venga, vamos al rosal antes de que venga alguien y nos pille.

Jake no preguntó a qué venía todo eso de los cambios y simplemente dedujo que algo tenía que ver con Charlie, y que no debía tocar el tema para no entristecer a su amiga. En ese momento deseó con fuerza saber como sería el rostro de aquel cobarde, que ni conocía, pero que siempre que Katie hablaba de él empezaba con una sonrisa y acaba turbándola poco a poco.

Se sentaron en su rincón de siempre y Katie sacó su agenda y anotó algunas palabras que Jake no vio, dejándo además el sobre blanco aún sin abrir entre las páginas.

-¿Has mirado las notas de historia?-Preguntó ella con la mirada clavada en la carta de Charlie. Pero Jake ya había encendido su ipod y no escuchó la pregunta, por lo que Katie decidió dar gala a su delicadeza de siempre y gritársela de nuevo al oído. Jake la fulminó con la mirada.
-Si preciosa. He mirado TUS notas, las mías no quiero ni verlas, pero espero que sean menos deprimentes que las tuyas.
-Ah... vaya. Qué novedad. Gracias por lo de preciosa.
-De nada encanto.
-Te estás pasando. -Amenazó ella.

Katie regresó la mirada al sobre, sobre el cual sus puños se entrecerraban y alisó una arruga para después volver a mirar a Jake, pero se lo encontró enfrentándola.
-Dámelo. Lo leeré por ti, si tanto miedo tienes. -Dijo él, con voz penetrante sin dejar de mirarla.

Con pulso tembloroso Katie confió la carta a su amigo y le robó el ipod, haciendo que She is so High sonara a todo volúmen y tumbándose en las piernas de Jake, sin atreverse a mirarlo.

Jake sintió la calidez de Katie en su regazo, y un pensamiento furtivo cruzó su mente. El contenido de la carta que tenía en su mano derecha podía hacer que esa chica a la que apreciaba se rompiera en pedazos. Sintió un brote de rabia cuando rompió el sobre y la letra semi-incomprensible del tal Charlie Wallace asomó en la cabecera.

Cuando hubo terminado de leerla no supo como reaccionar. Su cigarrillo se consumió y lo arrojó a la acera exhalando la última calada intentando encontrar las palabras adecuadas. Cuando regresó la mirada a la carta se dio cuenta de que tenía el puño cerrado sobre ella, en muestra de su rabia.

Katie se había levantado y quitado los cascos mientras sonaban las últimas notas de la canción, y se sentó de espaldas a Jake mirándo las rosas rojas.

-¿Y bien? -Su voz sonó como el crujir de una rama seca. Jake supo que si en ese instante la habría mirado a los ojos, se los hubiera encontrado secos y sin vida. Faltos de esperanza.

Los segundos pasaban tan lentos que empezaron a amontonarsele a Jake en la garganta. Sus ojos verdes fijos en la larga melena peliroja y la carta del amante de su amiga cerrada en su puño derecho. Todo estaba mal. Realmente mal. Algo no encajaba, en la suavidad de ese cabello ni en el tono de esa voz, ni en el brillo de esos ojos.
Ella...
Katie.
Su Katie.

Para mi querida enana, Katie:
En el mismo momento en que te despiertes hoy, yo estaré tomando un vuelo a Nueva Orleans.
En el segundo exacto en el que leas esta carta, sabrás que algo ha cambiado.
El el preciso instante en el que leas esta última frase, tu preciosa frente se arrugará, tus mejillas tornarán escarlata, y de tus ojos miel empezará a caer diamante en forma de gotas.
No sé explicarme de otra manera Katie, solo soy un escritor loco. Que escribe al amor, sentimiento que nunca ha conocido.
Los ángeles como tú, si es que existe alguno que se te compare, tenéis la suerte de saber lo que es eso, podéis saborear el contorno de las nubes y tocar el cielo con la punta de los dedos.
Lo único que realemente me duele, es que el cielo al que tú quieres llegar, no es lo que tú esperabas.
No esperes mi llamada, Katie.
Olvídame.
Maltrata el concepto que tienes de mí, tortura el recuerdo de todos mis besos.
Detéstame todo lo que quieras, y convierte mi nombre en tu maldición predilecta cada noche.
Ódiame.
... o déjalo todo... y vente conmigo.
Tú decides.
Charlie.

Jake finalmente se puso en pie. Recogió el ipod del suelo y le colocó a Katie los cascos.

-Shhh. No te des la vuelta.

Él apartó suavemente el cabello de ella colocándolo detrás de su oreja y miró su perfil a la luz del sol de aquella mañana. Cogió una de las manos de Katie y le colocó en ella la carta, abierta.
Katie la miró. Empezó a leer...

Jake se quedó observándola durante cinco largos segundos. Cinco largos segundos...
Se sintió impotente. Dudoso. ¿Qué haría ella? ...

Y sonrió.

-No te vayas con él...
Quédate conmigo.

La música estaba demasiado alta.
Demasiado alta.

Jake se levantó sin hacer ruido, recogió su mochila y se marchó por la puerta de atrás del instituto St Joseph, con una expresión seria empapando su rostro felino y perfecto.

No volvió la vista atrás.
Tal vez, si lo hubiera hecho, habría descubierto que Katie nunca terminó de leer la carta sin antes volverse a mirarle. Que tal vez..
la música, no estuviera demasiado alta...

Que tal vez...


6 comentarios:

  1. tal vez tal vez....
    sigue sigue..
    no me dejes asi!
    hhaa :)
    genial
    para variar

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  2. Un capitulo genial.

    Has sabido darle el ritmo y la organizacion para que no pudiera separar los ojos de tus palabras hasta el final.

    Me ha gustado mucho.

    Espero que la musica no estuviera demasiado alta, para que elija sabiendo todas las posibilidades.

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  3. ¡Ah! Espero impaciente la continuacion

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  4. Me encanto, las palabras te atrapan y te hacen como estar en ese lugar observando a Jake y a Katie...

    Tal vez...

    FACINANTE ESPERO QUE ESCRIBAS OTRO CAPITULO PRONTO.... PRONTO.....

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  5. Ay, pobre Jake...
    Yo también espero impaciente, es emocionante leer todo lo que escribes.

    Siento no haber pasado por aquí antes, estuve de vacaciones...

    Espero que te vaya bien.
    Besos.

    V

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  6. AAAAAAA
    pero como eres capaz de dejarme asi!
    es tan tan tan tan tan....
    siguelo YA!


    solo puedo decir, necesito leer mas!

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