Grita, preciosa. Grita sin voz. Que yo te escucho.

Que sufres y te callas y solo quieres decir,

Que estás enamorada de su miedo. Que te encanta hasta límites incontables. Que te mata.
Dúlcemente y sin hablar.
Que solo el recuerdo de su voz te electriza y te anula y ya no puedes pensar. Que te nubla.
Que te acercas y se aleja.
Que piensas que si no te toca te vas a evaporar y que si no le tocas tú a él se va a convertir en hielo.
Y el hielo no perdona ni sufre ni siente ni llora ni ríe ni tiene ganas de querer(te)



* Y dejas que las teclas muevan solas tus dedos y se lleven con ellas tus miedos, y te preguntas por qué sigues ahí sentada mirándo a la nada si le tienes ahí delante.
* Y deslizas por otras espaldas tus manos, tus besos por otros labios.
Y no te sacias.

Que quieres más.
Mucho más.
Que no te conformas con palabras, aunque ahora ni eso tienes, porque te evita.
Se esfuma convertido en humo y el humo entra y sale por tus pulmones y te hace irascible y candente.
Tú eres fría, pero de fría tienes poco y eres todo besos y abrazos.
Qué pena no poder darlos.
Qué pena ser princesa del silencio incómodo y las miradas esquivas.
Qué pena ser presa del pánico a no verle nunca más.



Arrincónale en la esquina menos transitada y bésale.
Joder, no sé a que esperas.
Cómo es posible que te quedes ahí parada, justo en frente y no le arranques un te quiero con todo ese arte que tienes dentro.
Porque lo tuyo es arte chica.
Arte de querer.


Y eso, poca gente sabe.

~ Julieta lleva enamorada exactamente

tres meses

y quince días.

Y aún no obtiene respuesta.

Ni valor.

Ni siquiera frío.

Julieta tiene

manos de pianista.

Y el corazón roto.

photo: me.