Y quizá me encierre a vivir contigo, debajo del edredón.

(:

viernes, 16 de octubre de 2009

Tú creas playas en medio de plazas abarrotadas.

Katie volvió a su color natural de pelo la primera mañana de Domingo del mes de Octubre, y, mientras se acercaba despacio hacia el acantilado con sus zapatillas en la mano y la chaqueta sobre el hombro izquierdo, pareció que el sonido se sus tarareos se fundía con el aroma del mar y acompañaba en su recorrido a la suave brisa de aquel día demasiado poco frío como para ser Octubre.

Sentado sobre las rocas grisáceas, un despeinado Jake Sanders buscaba a tientas su mechero plateado en el bolsillo de su chaqueta, de la cual cayó y se perdió a la arena, pero su dueño tenía cosas mejores que hacer que ponerse a buscarlo.

La observó.
No se quedó simplemente mirándola, más bien parecía que la fotografiaba con cada parpadeo.
Materializaba cada uno de sus movimientos sobre la arena: Sus pasos firmes pero ténues; el rítmo de los círculos que trazaban sus dedos cuando empezó a bailar sola delante de él; la curvatura de sus ojos cerrados mientras daba vueltas y más vueltas para finalmente caer con un grito a la arena y romper a reír.

Reía, como una maldita niña.
Eso pensó, y sonrió también.

-¿Es que no piensas venir a ayudarme? -Dijo ella entre risas cuando se cayó por segunda vez.
-¿Qué te has fumado Katie? -Preguntó el sin moverse, y con el pie derecho arrinconó su mechero cerca de sus pies. -Bueno, realemente creo que eres así de boba de serie.
-Que sí... que soy muy boba. -Katie desistió de su intento y dejó que su vestido blanco largo descansara majestuoso sobre la arena clara. Enterró una de las manos en la arena. -Pero tú eres un soso de la vida y además... ¡tienes tierra en el pelo!

Después de que Katie le hubiera lanzado un puñado de tierra, Jake soltó el mechero que se perdió definitivamente mientras los dos amigos se peleaban alocadamente riendo y jugando como niños.

Esa mañana de Octubre, como cualquier otra, sonaba de fondo el ruido de las olas muriendo al besarse con la arena, y el pelo revuelto de Katie caía a mechones por su rostro y acababa en el de Jake, quien miró a la chica que tenía encima, a la que acababa de hacer una suave llave karateka, y cuya respiración agitada se entremezclaba con la suya propia y no se podía distinguir que corazón era de quien por su sonido, y estaban tan increíblemente juntos que les costaba decidir de quién era el aire que acababan de respirar.

Esa mañana, sucedió, seguramente. Si es que no había sucedido antes.
Sucedió lo inevitable, y aquellos dos tontos llenos de arena, se enamoraron.

5 comentarios:

  1. "y no se podía distinguir que corazón era de quien por su sonido"... hermoso regalo al sentir

    me enamore del escrito.
    hermoso como siempre :)

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  2. por fin!!

    solamente quería leer lo implícito y saborear la arena entre ellos y el suelo de verdad, aquel del que se cae cuando se enamora uno..



    saludos señorita, siempre irresistible
    :)

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  3. Ay, cuánta ternura, qué bonito y tonto enamoramiento... me encanta!!!

    Tú sí que enamoras con tus letras, con tu forma de ser... mil besos, mi querida Julieta.

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  4. Qué escena tan entrañable :)

    Un besazo Julieta!

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  5. ya ya ya ya iba siendo hora *______________*
    MAS

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