Y quizá me encierre a vivir contigo, debajo del edredón.

(:

domingo, 13 de septiembre de 2009

El motivo de la sonrisa de Jake Sanders.

El ajetreo del gentío que se arremolinaba en el andén solo acentuaba el dolor de cabeza de Katie. Sus pasos eran inciertos y temerosos, no sabía bien si caminaba por el suelo o por una nube de algodón.
Se sentía extraña, etérea, como en un sueño en el que sabes que algo importante está a punto de ocurrir.
Andando unos pasos más se encontró con una maleta negra, abandonada en mitad del andén. La gente ni se detenía a mirarla, a pesar de que destacaba entre la muchedumbre.
Katie avanzó hacia ella y de pronto la maleta desapareció y se convirtió en una rosa.
Una rosa roja, con una carta debajo.

El ruido del tren sobresaltó a la chica nada más recoger la rosa y la carta del suelo, y, al levantar la vista la imagen nítida de una mirada color café oscuro se proyectó a través del cristal del tren en marcha.

Era Charlie, con expresión tranquila y taciturna, sostenienfo otra rosa roja en la mano derecha. Katie miró en su mano y la rosa había desaparecido. Charlie le dedicó una sonrisa.

El tren comenzó a andar y ella, abrumada empezó a correr detrás de él. Corrió con todas sus fuerzas, e incluso deseó echar a volar para poder seguir el rítmo del tren, pero este finalemnte fue mas rápido y desapareció en la espesura.

Katie se despertó sobresaltada y miró su mesilla de noche. En un pequeño macetero había una rosa color rojo brillante, descansando en agua. La chica se hizo un obillo abrazando sus piernas, ¿qué hora era? parecía que a fuera estaba oscuro. Lo único que sabía con certeza es que era sábado, eso, y que se había pasado todo el día durmiendo.

-Genial, las once de la noche. -Katie se incorporó y abrió las cortinas para observar un preciosa luna llena en lo alto del cielo. -Creo que si paso un solo minuto más en la cama me fundiré con las sábanas y nadie me podrá despegar jamás.
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Hacía un calor sofocante esa noche.
La puerta negra de decoración francesa y estilo bohemio crujió cuando Jake la abrió al salir de su casa. Se encontró entonces rodeado de las mil especies arbóreas y herbáceas que vestían su precioso jardín y resoplando caminó por el borde de la piscina deteniéndose para observar el reflejo de la luna en el agua.

Dio una patada a la sinuosa luna blanca, cuya imagen ondeó y se distorsionó para volver a regresar a su forma original, aunque para entonces Jake ya estaba lejos.
De un salto se subió al porche de su casa y siguió ascendiendo para poder sentarse en el tejado de la misma, al lado derecho de la chimenea encendida.
Era su rinconcito pacífico, su lugar preferido de toda la casa.

Entonces sacó su tabaco y procedió a inciar su ritual de relajación de cada noche.
Las estrellas le encaraban en el cielo despejado, y negro como la camisa desabrochada que llevaba, mostrando una camiseta blanca y sus bakeros raídos. Se quitó la camisa y la dejó junto a la cajetilla de tabaco y sin mas dilación contempló el paisaje que se alzaba ante sus ojos.

Las luces del vecindario traían matices hogareños en contraste con los rascacielos al otro lado del río. Manhattan y sus miles de luces se entretejían hasta donde su vista podía alcanzar.
Todo Manhattan y su ajetreada vida nocturna podían divisarse desde el tejado de la casa de Jake Sanders.
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La bicicleta roja hizo un sonido quejoso cuando Katie la depositó sin cuidado en la valla de la casa de los Sanders.

-Madre mía. -Fue lo único que la chica pudo decir al observar aquel lugar. -No me extraña que el día que Jake vino a mi casa me dijera que como podíamos caber todos allí. Esto es enorme.

Se quedó unos segundos atontada observando el lugar cuando una voz familiar la sorprendió.

-Si quieres te dejo un cubo, para las babas. -Jake asomó la cabeza desde el tejado, parece ser que estaba sentado al otro lado. -Más que nada por que así no me babeas la entrada. -Katie resopló.
-Eres todo encanto y simpatía Jake. -Hizo una pausa. -Pero tienes una casa que no te la mereces.
-Díselo a mamá Sanders. Ella fue la que se empeñó. Yo preferiría vivir en el último piso de un rascacielos. -Dijo Jake mientras bajaba de un salto al suelo para dejar entrar a su amiga.
-...Yo también. -Dijo ella.
-Lo sé. Somos iguales.

Katie dejó escapar una risotada falsa.

-¿A qué has venido, aparte de fantasear con mi casa? -Preguntó el chico mientras se apoyaba en la pared del porche dando las últimas caladas a su primer cigarrillo de la noche.
-A devolverte esto. -Katie urgó en el bolsillo de su chaqueta y le tendió a Jake su ipod blanco. -Y a preguntarte por qué desapareciste de repente ayer sin decirme nada. Aunque ya nada me sorpende de ti.
-A mi me sorprende más que sigas aún aquí. -La voz de Jake se puso tensa, al igual que su expresión que adoptó un tono taciturno. Se cruzó de brazos.
-No voy a irme con Charlie.

Unos segundos pasaron sin que ellos dejaran de mirarse y de pronto Jake carraspeó y al cubrir su boca con la mano no pudo evitar curvar una pequeña sonrisa.

-Sígueme.

Jake guió a una no muy confiada Katie hacia su lugar de relax en el tejado y se asombró del buen equilibrio de su amiga con las alturas. Ella se quedó de piedra mirando el paisaje durante unos minutos y con una mano sujetó su largo cabello pelirojo que ondeaba con la suave brisa de la noche. Durante un segundo imaginó que esa pequeña luz que veía en el cielo era el avión en el que iba Charlie.

-Oí lo que dijiste ayer, antes de irte. -Dijo ella sin apartar la vista de la luz. No obtuvo respuesta. En lugar de eso Jake fue directo a tumbarse en las piernas de Katie, con expresión seria y cerró los ojos para no ver los de ella, sorprendidos y su boca entreavierta en gesto de desconcierto.
-Katie. Yo soy el ser más egoísta del planeta. -Empezó diciendo él. -Puedes añadir eso a las mil y una cosas que te molestan de mí. -La brisa desordenó el flequillo cobrizo del chico y Katie se fijó en la paz que transmitía su rostro perfecto ahora que estaba tumbado a tan poco centímetros del de ella, y la calma con la que sonaba su voz. La luz de la luna, justo encima de ellos brilló en los ojos verdes felinos de Jake, cuando finalmente los abrió para mirarla. -Por eso, cuando algo me gusta tiendo a no querer separarme nunca de ello, ¿comprendes? -Katie se sintió invadida por la penetrante mirada del chico, y unos inexplicables latidos acelerados empezaron a manifestarse en el corazón de ella, turbándola. ¿qué estaba intentando decirle? aquello no podía estar pasando realmente. -Es como tu pasión por los pasteles de fresa. -Katie alzó una ceja y suspiró aliviada. "Ya sabía yo que eso no podía ser..." después apartó la vista y sonrió.
-Me alegra que yo te guste tanto como a mi los pastelitos de fresa. De esto a enamorarte de mi solo hay un paso. -Bromeó la chica, esperando el comentario jocoso de siempre. Pero Jake se quedó muy quieto y siguió mirándola para finalmente volver a cerrar los ojos y replicar algo.
-O a comerte. -Dijo él sonriendo divertido. Y los latidos de ella volvieron a acelerarse.
-Ya has tenido que joder el momento romántico con tus bobadas de idiota pervertido. -Dijo ella esperando que sus palabras no se travasen y seguir aparentando seguridad, aunque, evidentemente, esos ojos verdes y esa voz grave habían hecho tambalear más que su voz.
-Es que no sabes apreciar una noche como esta. Tú y yo solos y todo Manhattan a nuestros pies. Es que no sabes vivir el momento como lo hago yo. Saborear cada segundo. Es que tú no fumas. Yo me fumo el mundo. Me fumo la vida entera y sobre todo me fumo cada puto momento feliz que sin querer se descuide, y me regale. -Katie se congeló. Siempre lo hacía cuando de repente Jake irrumpía en su mundo con alguna frase de esas.

No entendió realmente lo que quería decir esa, como tantas otras veces.
Pero de lo que estaba segura es que la tristeza de su corazón había dejado de golpear en su garganta durante el rato que estuvo con Jake en el tejado de su mansión, esa noche.
Y que, aunque no estaba dispuesta a empezar a fumar, si que iba a intentar fumarse la vida y sus momentos. Dejar de lamentarse por todo. Empezar a ser más fuerte.

Iba a convertirte en alguien, de quien hasta el mismísimo Charlie Wallace podría enamorarse.

-¿Sabes Jake? Creo que me vas a tener de ocupa en tus casa más días. No puedo permitir que un imbécil como tú acapare esta preciosa vista.

Jake sonrió.

* Se lo dedico a mi rubia que tanto me anima a escribir =)

5 comentarios:

  1. Increible mi nivel de enganchamientoa esta historia, y ya necesito leer mas, escribe y no lo dejes nunca porque a mi me hace fantasear, tengo la imagen de jake en mi cabeza y me parece que es exactamente lo que katie necesita para saber que ella se puede comer el mundo en cada uno de sus pasos!

    PERFECTO
    TQ RUBIA

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  2. El motivo de la sonrisa de Jakie, nos haria sonreir a todos.

    Fumarse el mundo, vivir la vida calada a calada, aprovechando los momentos...es una opcion excelente.

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  3. eh! que yo soy morena!
    hahaha:)
    me hace gracia tu entrada tiene mucho q ver cn la nueva cabecera de mi blog y con la ultima entrada :)
    una vez más
    me ha encantado

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  4. Sinceramente, espero que te publiquen.
    Un saludo y un canto de ballena. =)

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  5. Empezar a ser más fuerte.

    waooooo
    me enkntó el reLaTo••
    i♥ur inspiraTiOn

    zaLudoz

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