Y quizá me encierre a vivir contigo, debajo del edredón.

(:

viernes, 7 de agosto de 2009

Que la velocidad se lleve consigo mis penas. Huír sin decir nada. Escapar.

Jake Sanders no sentía, o quizás no quería prestar atención al el frío atenuante de la noche perforándo sus mejillas, ni la sensación de vértigo producida por el exceso de velocidad de su vieja moto negra brillante.
Lo único que cruzaba su mente en ese momento era el éxtasis del momento, el flujo de adrenalina, la sensación de libertad multiplicada por el ruido ascendente del motor que tanto adoraba, por haber sido su vía de escape desde que aprendió a montar a los trece años.

La lluvia empapaba el casco dificultando la visión minorizada por la oscuridad de la noche.
La carretera se hallaba fría, solitaria, y los carteles de rumbo habían dejado de tener significado para Jake hacía exactamente hora y media.
No sabía donde estaba, ni le importaba.

Lo único que podía sentir en aquel momento era, que el efecto de todas aquellas cosas como la velocidad, el frío, la lluvia y la noche, eclipsaban con excelentes resultados el dolor de su corazón.
--
Esa mañana el profesor Hannigan comenzó la clase con diez minutos de retraso. Se excusó culpando al mal tiempo y al tráfico y dio comienzo a la clase de Historia.

Katie se sorprendió viéndose a sí misma sentada en su pupitre, el último de la segunda fila, con el libro abierto y todo en orden, el bolígrafo destapado en la mano derecha, dispuesto a tomar apuntes.

- Clara Benton.
-Presente.
- Suzan Bine.
-Presente.
- Kate Marie Daniels... Vaya, señorita Daniels, es toda una sorpresa verla por aquí. -El profesor Hannigan esbozó una profunda y falsa sonrisa. -¿Cuánto interés tiene usted en la caída del Imperio Romano de Occidente, como para haber frenado sus habituales excursiones durante mi clase, con su compañero de fechorias Sanders...? -La vista del profesor fué directa al último asiento de la primera fila, junto a la ventana. Vacío.-Ya entiendo. Su compañero se ha ido sin usted. Es una pena.

Katie puso cara de pocos amigos y se limitó a lanzar una cínica sonrisa llena de tensión. Sin embargo, en cuanto el profesor se dio la vuelta su vista se desvió hacia el asiento vacío de su izquierda, y se mantuvo ahí durante las 4 siguientes y aburridas horas, perdiéndose en la inmensidad de las gotas de lluvia cayendo tras el cristal.

Dónde se habrá metido ese imbécil... siempre me llevo yo las culpas por los dos...

A última hora tocaba Gimnasia, y toda la clase salió apresurada para no mojarse dirección al polideportivo.
Katie, que no había terminado de cerrar su cartera descuidó un movimiento y sus apuntes de historia cayeron al suelo, embadurnándose.

-Qué pena, con lo que me gusta la historia... -Pronunció en voz quejosa, agachándose para intentar salvar algún papel en vano. Fue entonces cuando aquel olor familiar dio con la punta de su nariz.

Tabaco francés...

Miró un segundo el polideportivo, y como la pequeña Marie Williams corría apresurada para entrar cerrando la puerta tras de sí. Apenas dos segundos bastaron para que apartara la vista y se dirigiera hacia aquel olor, usando los apuntes de historia como paraguas.

Entonces le vio, sentado en las escaleras del porche trasero, mirando en silencio como se empapaban las flores rojas del rosal, y dando profundas caladas a su cigarrillo.
Él no la miró más que un segundo y exhaló el aire para curvar una sonrisa turbada y perfecta.

-Lo suyo es provocación señorita Daniels. -Sus ojos verdes parecían distantes. -Usando los apuntes como paraguas, y escapando de clase para reunirse con el chico malo de la clase. Cualquiera diría que busca que la castiguen.
-Para ya, idiota. Suenas como un pervertido.
-¿Sueno? -Preguntó Jake con un tono jocoso. -¿Tan segura estás de que no lo soy? Ya deberías saber que me aprovecho de jovencitas indefensas y extraviadas. -Su tono bromista no sonaba con la vitalidad de siempre. Katie se sentó a su lado apartando su cartera y arrojando los apuntes sucios.
-Pero yo estoy a salvo, ya que no soy tu tipo.
-Qué segura estás. -Sonrió apartando la vista de nuevo a las flores. -No te extrañes si mañana sales en los periódicos en la sección de desaparecidos.

La vista de Katie se fijó en las flores, para intentar averiguar que tenían de cautivadoras mientras el cigarro se consumía y la lluvia arreciaba.
Se fijó entonces que Jake no llevaba el uniforme del colegio, sino unos bakeros raídos, y una sudadera negra semidesabrochada, con la capucha puesta ocultando su cabello cobrizo y... heridas.
Una serie de pequeñas heridas bañaban su rostro y sus manos. Katie al reparar en este detalle se alarmó.

-¿¡¡Jake!!? ¿Que... Qué te ha pasado, has... te has vuelto a pelear? -Su voz se quebró. Al parecer la herida del cuello descendía hasta el pecho. -¡Díos mí Jake, es que quieres matarte? No ha sido una pelea, ¿ha sido la moto verdad? Ese viejo cacharro siempre te trae problemas!
-Eh, un respeto a mi moto, pelirroja. Tiene más años que tú y que yo juntos, y nunca me ha fallado.
-¡Pero qué dices! ¡Por dios mírate Jake! Estás horrible!!! -Jake se volvió hacia ella y la miró turbando la sonrisa.
-Lo siento, olvidaba que a tí te van más morenos y cabronazos.

El ruido de la bofetada que Katie le propinó eclipsó el eco de la lluvia.

-Eres un imbécil. Mucho más de lo que ya te creía. Eres... siempre hiriendo con tus comentarios, siempre molestándome, y...esa herida del cuello... no quiero ni imaginarme lo grande que es y... ¡Joder, podrías haberte matado y estás ahí tan tranquilo fumando! ¡Gilipoyas!
-Pegas como una chica. Pero hoy ha dolido un poquito más. Auch. -Jake se levantó y dejó ver su casco negro con llamas blancas tras de sí. Katie fue más rápida, se levantó a la velocidad del rayo llevando tras de sí el casco, y hacto seguido salió corriendo hacia el rosal. -Eh chica. No juegues. Devuélveme eso. -Jake se acercó a buen paso, Katie lo encaraba entre las rosas rojas.
-¿Ah sí, lo quieres? ¿Lo quieres? Pues ven a por ello. -Se podía apreciar la rabia en sus ojos. La lluvia se intensificó, acompasándo el sonido acelerado del corazón de Katie. -Ven a por esta mierda de casco que no ha impedido que tengas esas heridas. -Katie dio unos pasos hacia él. -Esta mierda de casco de esa mierda de moto que casi te mata. -Dio dos pasos más, acercándose apenas a medio metro de distancia del chico, mirándole con intensidad, perforándo sus ojos con una ferocidad temeraria. -Esta mierda de casco, que acompaña a esa mierda de moto que casi... que casi te aparta de mí.

Lo siguiente que Jake sintió en su dolorido cuerpo, fue el susurro de las gotas cayéndo por los rincones que quedaban libres del intenso abrazo de Katie.
Permanecieron así, abrazados bajo la lluvia durante lo que parecieron años, milenios, contenidos en ese pequeño espacio de tiempo que fue suficiente para que ella expresara su temor a perderle. A su preciado amigo, que atesoraba tan poco su vida...

-Mira Jake, puedes ser todo lo idiota que quieras, puedes meterte conmigo y mis manías todo lo que quieras, puedes reírte de mí, o llamarme llorona, puedes... gritarme! si te hace sentir mejor.
Pero nunca, me oyes, nunca vuelvas a hacer otra locura de las tuyas. No vuelvas a pasar la noche entera conduciendo por dios sabe donde, y bajo la lluvia. No lo hagas. Porque aunque creas que tu vida está vacía, o que no sirves para nada, o cualquiera de esas cosas que acechan tu cabeza y que no entiendo ni comparto... yo estoy ahí ¿sabes? Quieras o no... te he conocido. Y tal vez yo no haya hecho demasiada mella en tu mundo pero... tu has cambiado el mío. Así que quiérete un poquito más y deja de hacer el imbécil.
Que el imbécil solo puedes hacerlo conmigo... -Katie sonrió debilmente apartándose una lágrima caprichosa de la cara, sin atreverse a mirarle. Quiso seprarse de él, pero Jake la abrazó más fuerte sin mediar palabra.

Los minutos pasaron y la lluvia cesó poco a poco, pero el sol, emborronado de nubes se mantuvo reacio a brillar sobre aquel colegio de pago de Manhattan, donde unos estudiaban, otros dormitaban y dos personas se abrazaban desnudando sus almas empapadas por la lluvia.

-La sensación de caer a lo más profundo y que unas manos suaves te rescaten. -La voz de Jake recuperó algo de fuerza. Y Katie le miró aún ruborizada.
-¿Qué?
-Es de un poema que leí una vez y me gustó. -Jake limpió a Katie una lágrima y ésta se ruborizó aún más.
-Ah... es bonito, ¿de quién es?
-Pero mira que eres tonta... lo escribiste tú, hace un año... cuando te conocí. Era un día de lluvia, como el de hoy, y llevabas puesto ese gorro tan horrible que por alguna casualidad de la vida te parecía bonito y que acabó arrastrado por el viento.
-Claro, tú me lo quitaste... porque tenías que caerme mal desde el principio.
-Je. Es cierto. Yo te robé el gorro aquella tarde... -Sus ojos conectaron sin separarse. -Pero tú me robaste algo mucho más importante.

El timbre sonó. Las clases ese día habían finalizado. Katie no pronunció palabra, aún seguía avergonzada por lo que había dicho pero feliz de ver a su amigo de nuevo sonriendo.
Y así, antes de que Jake se disculpara por lo ocurrido, salieron del colegio juntos, dirección a ninguna parte en concreto.

5 comentarios:

  1. pobre Katie, el tonto ese le da cada susto..




    sincera como siempre :)

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  2. Me encantan todas tus historias de Jake y Katie son tan cautivadoras tus palabras. Esta ha sido la historia que más me ha gustado. (0^-^0)

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  3. Estúpido Jake. Pero romencero y niño. Me encanta.
    No dejes de escribir (:




    Muchos muàs para Juliet.

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  4. Ya iba yo a regañarte porque echaba en falta estas historias de jake y katie, sabes que me encantan.. :)

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  5. Querida Julieta. En respuesta a tu comment: claro que te espero, vienes? :))

    Estoy de vacaciones y apenas tengo tiempo, conecto brevemente y NO he podido leerte en condiciones (es la primera vez desde que te conozco), pero te dejo mi beso fuerte, y mi nostalgia.

    BESOOOOOOOOOOOOOS

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